sábado, 10 de noviembre de 2012

De ciudades cónicas y otros planeamientos urbanos


Publicado en la Revista PODER, octubre 2012

¿Cómo disponer de más espacio público? ¿Cómo mejorar la cohesión social? ¿Cómo facilitar un transporte público eficiente? Una solución propuesta en los 60s por Walter Jonas, un artista suizo preocupado por las urbes, fue Intrapolis, una ciudad con edificios gigantes en forma de cono, de 100 metros de diámetro y 700 departamentos. Los ciudadanos vivirían en los pisos más altos del cono y en las partes bajas se tendrían escuelas, tiendas, parques y cines. Cada edificio sería una pequeña ciudad, conectada con otros conos por puentes. Las viviendas solo tendrían vista interna hacia sus espacios públicos, aislándose del caos automovilístico externo. Aunque concitó atención y asombro, la propuesta quedó en planos.

Antes de sugerir este utópico proyecto, Jonas había viajado por Brasil, dónde seguro fue inspirado por Brasilia, que estaba en rápida construcción bajo la batuta de Lúcio Costa y Oscar Niemeyer. La capital en forma de avión tiene una llamativa arquitectura modernista y un fluido y eficiente tránsito. Sin embargo, al verla pareciese que el planeamiento se enfocó  en darle “ciudadanía” a los automóviles y no a las personas: abundan carreteras y pasos a desnivel que evitan el tráfico pero lo hacen sacrificando veredas y plazas necesarias para el contacto humano casual.

En otra experiencia de planeamiento urbano de finales de los 40s, en Estados Unidos se construía Levittown, el arquetipo del suburbio americano con tecnologías de producción en serie. La vida en los suburbios se convirtió en un modelo muy popular, en el que las familias se alejan de los centros urbanos, habitan casas idénticas y espaciosas y están rodeadas de vecinos similares. Estas viviendas han sido llamadas McMansion, en alusión a la cadena de comida rápida, por su estandarización y efecto nocivo en la salud, dado que tanto para ir a trabajar como para comprar en la farmacia, se requiere de  automóvil. Como en Brasilia, la interacción es entre carros, no entre personas.

Una respuesta a los suburbios fue desarrollada por los Nuevos Urbanistas en los 80s, quienes plantearon mayor densidad poblacional, con espacios de vivienda más pequeños aunque con terrazas o balcones, y con tiendas, escuelas, parques y entretenimiento a una distancia corta. Así se puede caminar y la ciudad gira en torno al peatón y el transporte público. La preocupación por la deshumanización de las ciudades y la primacía del automóvil se ha manifestado también en diferentes propuestas urbanísticas de “ciudades lentas” y “espacios compartidos”.

La mayoría de ciudades no nacen de planificaciones,  se desarrollan de manera orgánica en torno a rutas comerciales o recursos naturales. Sin embargo, su sostenibilidad depende de autoridades que prevean los problemas que vienen con el crecimiento y/o la migración.

Lima ha crecido caóticamente sin que en el pasado ninguna autoridad tome decisiones drásticas para tener más orden y justicia. Como hemos visto de los ejercicios utópicos o aplicados de planeamiento urbano, una de las lecciones principales es evitar la supremacía del automóvil y que este terminé arrinconando al peatón y al ciclista, priorizando el transporte público eficiente para que la mayoría nos desplacemos.

Después de la miope liberalización del transporte público en los 90s, que aumentó el desorden en Lima, a la vez que se enfatizaba privilegios para el automovilista, ningún alcalde se atrevió a ponerle freno y revertir el caos creado debido al elevado costo político que implica. Esto ha sido imperdonable, porque no cambiar la situación por cobardía, y distraerla con soluciones muy parciales, es una pésima gestión pública. Sin embargo, es peor que algunos partidos políticos y medios apoyen una revocatoria que inevitablemente traería como resultado la paralización de la reforma más importante para mejorar la calidad de vida de todos los limeños.

Nunca nos hemos preguntado como sociedad qué valores resaltar en nuestra organización urbana. Tal vez pensar en una utopía tan loca como la de los edificios cónicos nos hubiese hecho cuestionarnos los ideales y principios sobre los que queríamos desarrollar nuestra ciudad. La valiente reforma de transporte emprendida por Susana Villarán nos abre los ojos para entender que es posible eliminar la anarquía y el caos. Y que en el futuro podemos aspirar a que todos tengamos derecho a la ciudad, en especial peatones, ciclistas y usuarios de transporte público.

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