El Foro de Biarritz es el evento de integración entre políticos de América Latina y Europa. Hay debates de calidad, pero lo más interesante sucede en los pasillos, en los cafés intermedios y en los almuerzos. Uno puede sacarle a Vicente Fox una cándida opinión sobre la lucha contra las drogas en México; ver a un conversador Ernesto Samper tendiendo la mano por doquier como si estuviera en campaña presidencial; escuchar a la periodista Carmen Aristegui hablando de los detalles más escabrosos de su última investigación sobre los crímenes de Marcel Maciel; y compartir reflexiones con viejas glorias políticas, académicos y periodistas.
En su 11º Edición, realizada en Francia a finales del año pasado, hubo más. Para fortalecer el diálogo generacional los organizadores invitaron a jóvenes latinoamericanos, políticos y servidores públicos, para formar el Grupo Generación Bicentenario, el cual quedó integrado por Marco Enriquez Ominami, ex-candidato presidencial de Chile; Nicolás Ducote, fundador del prestigioso CIPPEC de Argentina; el ecuatoriano Mauricio Rodas, Presidente de la Fundación ETHOS; entre otros jóvenes que proveníamos de 10 países. El grupo fue diseñado para incluir derechistas, izquierdistas y pragmáticos; liberales y conservadores; todos con deseo de trascender rigideces ideológicas anacrónicas y construir una agenda para atender los nuevos desafíos.
Juntos reconocimos los logros en casi toda América Latina en democracia y crecimiento, pero con inagotables cuestionamientos. ¿Por qué somos la región más desigual? ¿Por qué otras regiones partieron de niveles inferiores de desarrollo y ahora superan a la nuestra? ¿Por qué no hemos blindado las instituciones de vaivenes políticos? ¿Por qué exportamos pocos bienes y servicios con mayor alto valor agregado? ¿Por qué nuestros niños no entienden lo que leen? Con tantas urgencias postergadas y retos futuros, desaprobamos la complacencia con los logros actuales.
Sin embargo, ¿qué nos lleva a pensar que la generación del bicentenario podría lograr un cambio? Rechazamos la lucha ideológica desde el fin de la guerra fría. Aunque la era digital nos ha formado y deformado, nos brinda nuevas fronteras que somos capaces de aprovechar. Hemos luchado por la consolidación democrática, aunque las elecciones libres no siempre se traducen en gobiernos democráticos y el hiperpresidencialismo se mantiene. Hemos participado de reformas técnicas obstaculizadas por el populismo basado en las encuestas del día a día.
Estas experiencias, esperanzas y desilusiones las tradujimos en una agenda ambiciosa, idealista y seguro incompleta. La prioridad es erradicar la miseria y reducir la pobreza, en términos de ingresos, de libertades, derechos y capacidades. Brindar educación para comprender, no solo leer, e infraestructura social básica. Exportar más que materias primas, innovando y haciendo uso de la tecnología, y aprovechando las diversidades geográficas y culturales. Conservar la biodiversidad y prevenir las consecuencias del inminente cambio climático. Desintoxicar al Estado, hacerlo eficaz y someterlo al ejercicio permanente de la democracia, la descentralización, la participación ciudadana y el respeto por la heterogeneidad, alejado de nacionalismos irracionales y de presidencialismos sin contrapesos.
Sin embargo, esta agenda no nos diferenciará. Cualquier manifiesto generacional puede parecer grandilocuente o idealista. Esta vez planteamos un desafío más concreto: trabajar en una nueva geometría política alejada de antagonismos, basada en la responsabilidad como respuesta al populismo, y en la innovación para encontrar nuevas soluciones a viejos problemas y nacientes retos, aprovechando justamente nuestras diferencias ideológicas, profesionales, culturales y sociales para detonar nuestra creatividad.
Y replicar esto a nivel nacional, con grupos en el Perú que fortalezcan el diálogo sin etiquetas, le den una voz más trascendente a una generación que tiene mucho que decir y poco que disputar, elevando el nivel de la discusión y propuesta política, muy deficiente en la actual campaña presidencial. Así, motivar a todos para que se enganchen con innovadoras propuestas, bajen de la tribuna crítica y distante, se metan en la cancha, y juntos generemos mayor bienestar en nuestra sociedad a través de las políticas públicas.
A 10 años de la celebración del bicentenario de la independencia del Perú, con 20 años de estabilidad macroeconómica y 10 años de democracia, este desafío se nos presenta tan grande como aquellos.
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