Cada día están más presentes en Lima. Ellos con pantalones pitillo, bigotes y lentes grandes de marcos gruesos. Ellas en bicicleta antigua, con la falda de la abuela, y una incómoda parada infantil de pies chuecos. En ambos, un gusto por lo vintage, un estudiado desarreglo en sus ropas, con ausencia de vistosas marcas, y un gusto por polaroids. No se pierden exposiciones de arte, conciertos de música indie, ni películas al aire libre.
No es una subcultura limeña, es un fenómeno global. En Nueva York, Viena o Ciudad de México hay una generación con preocupación desmedida por lo estético, pero intensamente interesada en la cultura y arte. Probablemente nacieron en Williamsburg y Portland, en EEUU, a finales de los 90s, pero se han expandido como una epidemia, ayudados por la internet.
El término hipster ya fue usado en los 50s para referirse a la generación beat de Jack Kerouac y Allen Ginsberg, que se rebeló a lo establecido por una vida intelectual con drogas, sexo y libertad. Dicen que esa generación usó el término hippie peyorativamente para los hipsters libertinos, pero sin interés en el jazz y la literatura. Ahora el término está más relacionado con los bobos-los burgueses bohemios (sus tíos ricos lejanos), la clase creativa (sus primos segundos exitosos) y los neobohemios (sus primos hermanos); alejado del ostentoso yuppie y del perfumado metrosexual, aunque sí ahijado de la famosa generación X.
Los hipsters contemporáneos son jóvenes independientes a la cultura de masas, con un consumo evidenciado y adelantado de conocimientos, y una estética extravagante, con ironía y guiños a las clases trabajadoras. Así, se convierten en los nietos malcriados de Kerouac, rebeldes solo en su apariencia. Lo curioso es que mientras Kerouac y Grinsberg afirmaban ser generación beat, ahora nadie admite ser hipster; si no, pregúntenle a uno: si lo niega, es hipster. Es un término despectivo, asociado con arrogancia, privilegio y frivolidad.
En medio del constante ataque, ¿qué podríamos rescatar de esta subcultura para que elhipster peruano no se avergüence de serlo? Por un lado el valor que le da a la creatividad y la ética del “hazlo tú mismo” (do-it-yourself, DIY), reflejada en el boom de emprendimientos artísticos peruanos con éxito como la ropa de Misericordia, y las estrategias directas de comercialización de arte, como Desenfranquiciados. Sin embargo, ha producido una horda de falsos artistas que, por tener una polaroid, creen que producen obras de arte.
El insaciable apetito por la cultura y expresiones auténticas ha llevado a revisar manifestaciones despreciadas, como la chicha, que tuvo un espacio de entrada en circuitos musicales de Barranco; aunque mundialmente los hipsters tienen una nostalgia estética por la clase media blanca de EE.UU. de los 70s y sus expresiones artísticas actuales, que los estandariza en detrimento de lo local. Asimismo, aunque rescata un hábito de lectura que urge en el Perú, puede estar popularizando más los resúmenes en Wikipedia. Finalmente, aunque reconoce la independencia (en contraposición a lo producido para ser comercial) de las expresiones artísticas, experiencias, productos y servicios, se puede confundir trascendencia en detalles como la música o la ropa, sobre lo realmente importante, como las ideas y los valores.
Las ideas progresistas forman parte de su estilo de vida, como lo local en producción de comida (para evitar contaminación por transporte y promover el desarrollo territorial), el cuidado del medio ambiente, y un estilo de vida integrado a la ciudad, con bicicletas y transporte público. Aunque, nuevamente, esto puede ser pose, es importante en una sociedad muy conservadora con un injusto status-quo.
Es cierto que todavía hay pocos hipsters en el Perú, pero tienen potencial de crecimiento. Mundialmente, iniciales microtendencias como la música independiente, las películas artísticas, y la moda vintage, se están acercando cada vez más al consumidor promedio. No estaría de más echarles un ojo para ver por dónde van: si contribuyen a una sociedad más creativa, culta y progresista, o si por el contrario, caen presa de su inherente nihilismo y superficialidad para no generar ningún cambio relevante.
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