sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Qué va a ser ridículo en 40 años?

Publicado en la Revista PODER, junio 2012.


Amas de casa embarazadas fumando y bebiendo licor, sus esposos emborrachándose en la oficina, negros limitados a ser ascensoristas, médicos fumando en las consultas, mujeres con obstáculos laborales casi insalvables. Cosas absurdas y ridiculeces en la sociedad de Nueva York en los años sesenta retratada por la serie Mad Men.

Las historias del publicista Don Draper y sus colegas, familia y múltiples amantes, son atractivas por la complejidad de sus personajes, la sutil inteligencia de sus tramas, y el cuidado en la recreación de costumbres, diseño y moda. En un reciente artículo en The New Yorker, Adam Gopnik ubica a Mad Men como uno de los ejemplos de la típica nostalgia de cuatro décadas, la edad promedio de los productores, directores y programadores de televisión y otros medios (quienes definen el contenido de la cultura popular), al recordar la época en que sus padres eran jóvenes.

Una mirada sincera a esos recuerdos se transforma no sólo en fascinación por la estética y el glamour de esos años, sino también en reflexiones sobre la evolución de la sociedad y en críticas severas a esas lejanas costumbres racistas, misóginas y homofóbicas. Este análisis de la historia no sólo nos ayuda a entender mejor el pasado, sino a dilucidar el presente e imaginar el futuro.

Sin embargo, es complicado vislumbrar cómo la generación que está naciendo hoy nos puede ver en 40 años; es fácil reprobar las costumbres injustas o absurdas del pasado, pero es confuso ver los rasgos característicos del presente, y cómo se percibirán en el futuro.

Sin necesidad de ser futuristas, podemos afirmar tajantemente que va a ser muy ridículo en 40 años lo que ya vemos como ridículo en los 60s de Mad Men, pero que todavía está presente, como el racismo, el machismo y la homofobia. Aunque todo esto está vigente, hay una mayoritaria y oficial reprobación de ellos, excepto de la discriminación por orientación sexual. En el Perú y en muchas partes del mundo hay leyes que no permiten que los homosexuales contraigan matrimonio ni que adopten hijos. En EE.UU. el matrimonio gay está prohibido a nivel federal, a pesar que el Presidente Obama la ha apoyado; en México, sólo lo ha autorizado el DF; en España, el gobierno de Rajoy está retrocediendo sobre contenidos educativos que reconocían la diversidad en los modelos familiares y en la orientación sexual; y en el Perú, no hay reformas relevantes en agenda.

El reciente escándalo protagonizado por el cardenal Cipriani al no renovar las licencias del padre Garatea es grotesco. No sólo por la injusticia cometida con un sacerdote que sólo se ha expresado por una sociedad más justa, sino porque lo que propone (la unión civil) está fuera del ámbito de la iglesia y, comparado con lo avanzado en otros países, es un paso muy inicial en la igualdad de derechos. La historia reconocerá al padre Garatea por su coraje frente a una intolerancia obsoleta del cardenal Cipriani. Y, en unas décadas, la generación que está naciendo va a sentir que la oposición al matrimonio homosexual era inmensamente ridícula. Sin duda, en el futuro, la orientación sexual va a ser tan importante para definir a la persona, como su color favorito. Las etiquetas de “heterosexual”, “bisexual” o “gay”, sean usadas como insultos o simples adjetivos, van a caer en desuso, por una saludable apertura a la diversidad en modelos de familia y a la diversidad sexual.  

La sociedad siempre está en constante progreso, producto de una tensión entre ideas liberales y conservadoras. En el corto plazo, facciones conservadoras pueden incitar exitosamente retrocesos. Felizmente, en el largo plazo, la sociedad tiende a evolucionar para ser más democrática, justa y abierta.  

Mad Men se ambienta en años previos a grandes transformaciones en derechos civiles en EE.UU., que permitieron combatir la discriminación racial y de género, justo cuando la píldora empezaba a tener efectos tan liberadores en la mujer. ¿Nosotros en qué momento estamos? En un mundo tan interconectado que nos podemos sincronizar con los avances sociales que se están dando en otras partes. En el que es evidente qué es ridículo ahora, como la falta de derechos iguales para todos. Con tanto dinamismo, constantemente vamos a estar cuestionando el statu quo y lo establecido. En este mundo tan cambiante, ¿de qué lado de la historia queremos estar?

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