Publicado en El Comercio, 25 de noviembre del 2012
¿Cómo son los últimos días de un presidente
en el cargo? Generalmente, sus índices de popularidad suben, aunque su
posibilidad de aprobar reformas importantes se vuelve casi nula. En EE.UU. al
periodo de aproximadamente dos meses entre la elección del nuevo presidente y
la salida del antiguo, se denomina lame
duck (pato cojo), justamente por la dificultad para impulsar políticas
públicas. Es memorable un video irónico que hizo Bill Clinton de sus últimos
días en el que salía montando bicicleta dentro de la Casa Blanca, lavando la
limosina presidencial y viendo dibujos animados en el cine junto a su perro.
Sin embargo, también es una oportunidad para
hacer los últimos intentos por asegurar un lugar en la historia, el reto más
importante de un presidente que por ley no puede volver a serlo. En México el
periodo de cinco meses entre la elección y el cambio de gobierno es
inusualmente largo. Felipe Calderón debe estar feliz porque esta transición le
puede haber asegurado una reforma laboral histórica; algo particularmente
relevante para un presidente muy criticado en diferentes campos, tales como su
guerra frontal al narcotráfico con más de 60 mil muertes y su pasividad con otras
reformas urgentes como la energética y la fiscal.
Y vaya que sí es importante. En el Índice
Global de Competitividad, México ha mejorado en su posición al puesto 53; sin
embargo, en el subíndice del mercado laboral, está en el 102. En México, prefieren compararse con otras
economías grandes, en lugar de hacerlo con países de América Latina, en su
mayoría más pequeños y menos industrializados. Así, en la OCDE, está sólo por
arriba de España, Grecia, Italia, Portugal y Turquía en el indicador laboral,
casi todos éstos en crisis. En los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica), está en último lugar sólo sobre Sudáfrica. Inclusive, si los comparamos con América Latina,
la mayoría está en mejores posiciones, como Chile, Perú y Brasil.
No es sorpresa. En las reformas de los 80 y
90, que en México fueron encaminadas a tener una economía abierta y un sistema
político democrático, faltaron las que regulen el poder de mercado desmedido de
ciertas empresas y de los oscuros sindicatos que siempre han dominado a
trabajadores, empleadores y políticos.
El mercado laboral mexicano está plagado de
malas prácticas que generan más costos para el empleador, mayor informalidad y
precariedad para el trabajador y menos productividad. Son muy comunes los “coyotes”,
que alargan juicios por despido injustificado para obtener compensaciones por los
salarios que “dejaron de percibir” durante el proceso legal, que en promedio es
de cinco años. Los líderes sindicales frecuentemente se vuelven ricos, sin
tener que rendir cuentas; negocian contratos colectivos directamente con los
empleadores, sin participación de los trabajadores, muchas veces chantajeando a
las empresas; y, en general, bloquean las reformas necesarias para un mayor
desarrollo y empoderamiento de la fuerza laboral.
En la reforma aprobada por el legislativo se ha
enfatizado la flexibilización laboral y la inclusión de algunos derechos y
protecciones adicionales para los trabajadores, aunque no se aprobó la
inclusión de urgentes cambios en los sindicatos.
Así, los costos de contratación y despido se
han reducido, con un límite de un año al pago de salarios caídos por despido
injustificado, la aprobación del periodo de prueba con prestaciones, antes
prohibido, de máximo 180 días para cargos directivos y 30 días para otros, así
como de período de entrenamiento también con prestaciones, hasta de seis meses sin
posibilidad de prórroga. También se permite el pago por horas con una mínima
remuneración equivalente al salario mínimo por jornada.
La iniciativa contempla también más derechos como la licencia de
paternidad con cinco días de salario, una regulación más estricta de la
tercerización, y una mayor protección de la mujer en casos de discriminación y
acoso.
Sin embargo, no se llegó a un acuerdo la democratización y la
transparencia sindical. Lo aprobado es risible: los sindicatos tendrán que
publicar sus estatutos de regulación en internet y sus líderes deben rendir cuentas
cada seis meses en asambleas. Se dejó de lado lo importante: las elecciones
transparentes con voto secreto y la
obligación de mostrar el manejo de las cuotas de sus miembros y el estado de
patrimonio sindical.
¿Calderón pasará a la historia por esta reforma? Si hubiese
reformado los sindicatos, definitivamente sí. Sin embargo, considerando el
entorno, sí puede ser fundamental para su legado. En los últimos meses México
ha sido mencionado como integrante de las economías MIST (México, Indonesia,
Corea del Sur y Turquía). No son llamadas a eclipsar a las gigantes BRICS. Sin
embargo, sí se espera una mayor industrialización y desarrollo tecnológico que
refuerce el crecimiento ya importante que vienen experimentando en general.
Para poder competir en estos niveles, y con China por el mercado de Estados
Unidos, esta reforma laboral, aunque incompleta, es muy importante para las
posibilidades mexicanas futuras.
Pero no hay que olvidar la figura completa. Uno de los pilares de la
mejora en productividad en Finlandia no tuvo que ver con una reforma laboral,
sino con el acceso gratuito a educación de calidad y a guarderías gratuitas a
tiempo completo, para que las madres se puedan incorporar plenamente a la
fuerza laboral. Tal vez, en México la aprobación de esta reforma pendiente permitirá
avanzar sobre cuáles son las siguientes, aún más importantes para su
competitividad.
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