sábado, 10 de noviembre de 2012

El sector privado, el flaneur y los espacios públicos

Publicado en la Revista PODER Perú, agosto 2012


En la capital de Sinaloa, uno de los estados con más violencia en México, se ubica uno de los lugares más mágicos y cautivantes de América Latina: el Jardín Botánico de Culiacán. Los niños se divierten con las más de mil especies botánicas de todo el planeta en cien mil metros cuadrados, mientras que los adultos regresamos a nuestra infancia con la increíble variedad de flora, que incluye a pandanus (árboles que caminan), palmas gigantes y flores sangrantes.

No basta con eso. Entre frondosa vegetación encontramos instalaciones de más de treinta artistas, un equipo de ensueño del arte contemporáneo mundial, que nos hace reflexionar sobre nuestras vidas y problemas de la región. Podemos apreciar un tablero de piedras para gigantes del juego chino GO, del mexicano Gabriel Orozco; los cristales cóncavos y convexos del americano Dan Graham, que interactúan con el espectador y el paisaje; una estructura en forma de flor para las enredaderas del danés Olafur Eliason; o un Volkswagen escarabajo estrellado en un árbol, con la maleza apoderándose de él, como punto final de una performance del belga Francis Alÿs, quien lo manejó desde el DF hasta Culiacán para representar un vínculo entre lo urbano y lo natural.

Justamente Alÿs es un artista preocupado por la experiencia del individuo en las ciudades y la justicia del espacio. Uno de sus más reconocidos trabajos fue una acción colectiva filmada en Lima, La Fe Mueve Montañas, en la que quinientos voluntarios movieron una duna con lampas. Por esto, sus famosas caminatas por el centro del DF y muchas obras más, es reconocido como el artista flaneur.

El flaneur, un término francés sin clara traducción al español, es la persona que camina por la ciudad para experimentarla, que deambula sin ningún fin particular ni destino, sólo buscando despertar los sentidos. Este suave y reflexivo caminante, voyerista y esteta, se concentra en pequeños placeres, como observar la luz en diferentes momentos del día, los cambios en la arquitectura y la variedad de su gente y costumbres. No implica consumo ni centros comerciales y por eso es tan democrático.

Lima tiene algunos avances para poder ser disfrutada así. El Metropolitano y el Tren Eléctrico permiten acortar distancias y facilitar la exploración urbana; tenemos uno de los malecones más atractivos de América Latina; se están abriendo espacios para el ciclista, como las ciclovías, la Av. Arequipa los domingos y las “bicisalidas” nocturnas; podemos participar en más actividades en la calle como el Festival de Teatro de Comas y la Noche Blanca. Además, aunque es una ciudad que privilegia al automóvil, se vienen grandes cambios con la eliminación de las combis.

Pero esta simbiosis con la ciudad se ve amenazada cuando en medio de un caótico tránsito, el automovilista se impone al peatón en cada cruce de cebra; el caminante se enfrenta a vecindarios con tranqueras, parques cercados y calles sin veredas; se construyen puentes peatonales pensando en carros, no en peatones; se ignoran los problemas de seguridad y la estética arquitectónica; y el estilo de vida aspiracional comprende clubes exclusivos y playas privadas. Cuando, en general, los privados creen que tienen un privilegio sobre lo público.

En esta línea de ridiculeces está la construcción de un hotel en los acantilados de la Costa Verde, un espacio que debe ser público y con un paisaje protegido. Este proyecto de naturaleza excluyente, violentaría uno de los pocos lugares naturales y abiertos de la ciudad, que nos permite respirar y divagar con una espectacular vista del mar y de la tierra erosionada; ambiente ya quebrantado con edificios aprobados por alcaldes y jueces con intenciones muy cuestionables.


El Jardín Botánico de Culiacán, un espacio abierto y público que invita al juego y la reflexión por sus árboles y obras de arte contemporáneo, valorizadas en millones de dólares, ha sido posible por el aporte generoso y visionario del sector privado. Mientras, en Lima, unas empresas privadas, con el interés de obtener millones de dólares, están a punto de cometer, con el aliento de cierta municipalidad distrital ambiciosa por más recursos, un gran atentado contra el espacio público, la estética urbana y un recurso natural insustituible, beneficiando a unos pocos, en contra de todos los que queremos disfrutar y compartir nuestra ciudad de manera sana, relajante y reflexiva. 

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con tu posición sobre los espacios públicos, algo que yo disfruto muchisimo de mi vida en la ciudad de Nueva York son los espacios públicos, como los parques y los espacios recuperados de las pistas, donde se respira un aire de igualdad, donde el banquero de Goldman Sachs se sienta al costado del poblador asistenciado por la ciudad y donde niños provenientes de culturas enemigas juegan en el mismo "playground."

    Pero definitivamente el enbellecimiento de una ciudad tiene sus consecuencias, sobre todo en una ciudad donde acumular dinero no es peligroso, el precio de la tierra sube y genera desarrollo y así espacios privilegiados,que de una forma muy sutil aténtan contra el derecho común de disfrutar estando al aire libre.

    Yo por eso creo que el derecho a disfrutar de estos espacios debe ser cultivado en un sentido anárquico, ya que la democracia de hoy es una plutocracia disfrasada de cordero, y la defensa del bien común tiene que ser horizontal.

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