sábado, 10 de noviembre de 2012

Los Casandra Boys

Publicado en la Revista América Economía, Abril 2012

En la mitología griega, Apolo, rendido por la belleza de Casandra, le otorgó el don de la profecía. Sin embargo, dado que su amor no fue correspondido, la maldijo para que nadie escuchase sus acertadas predicciones.

En economía tenemos muchas Casandras. En el plano mundial, Nouriel Roubini anticipó desde el 2004, sin que nadie le hiciera caso, el colapso del mercado de bienes raíces en EEUU y la recesión económica mundial iniciada el 2008. Ahora es una figura clave en economía internacional y figura entre los 100 Pensadores Globales de la Revista Foreign Policy.

En el Perú un ejemplo es Waldo Mendoza, el primero que sostuvo que la recesión mundial sí afectaría al país. Aunque pocos quisieron escucharlo, Mendoza predijo desde octubre del 2008, que el crecimiento en el 2009 iba a ser cercano a 0%, mientras que otros proyectaban 6%. Finalmente, el Perú creció 1%, pero muchos optimistas demoraron inclusive hasta diciembre del 2009 para ajustar gradualmente sus pronósticos. Sin embargo, la suerte ya estaba echada; el Estado no pudo realizar oportunamente el shock de inversiones y muchas empresas e inversionistas tuvieron pérdidas importantes.

Tanto Roubini como Mendoza eran los aguafiestas. En el EEUU de años previos a la crisis, todo era optimismo: la economía, aunque no era un roble, crecía con desempleo e inflación muy bajos.  En Perú casi llegamos a un crecimiento del 10% en el 2008, después de muchos años exitosos. En contextos tan positivos, es normal ignorar predicciones negativas, porque son una fuente de ansiedad por el temor y la resistencia al cambio.

En estos booms económicos, también hay una atracción mayor al riesgo. Andrew W. Lo, economista conductual de MIT, dice que las ganancias monetarias estimulan los mismos mecanismos de recompensa que la cocaína, dado que en ambos casos el cerebro libera dopamina, el químico neurotransmisor generador de placer. En este sentido, refiere que periodos extendidos de bonanza conducen a inversionistas, empresarios y políticos a un estado de complacencia y narcosis. Y, tal como aumenta la atracción al riesgo, agregamos también el rechazo a quién cuestione esa situación. Por eso surgen los Casandra Boys, profesionales prestigiosos que sustentan bien sus predicciones, pero que son rechazadas porque atacan un statu quo muy placentero.

¿Estamos todavía narcotizados por nuestro boom? Después del bajón del 2009 y con la persistente crisis en Europa, la incertidumbre del crecimiento sostenido de China y la recuperación lenta de Estados Unidos, estamos saliendo paulatinamente de la complacencia. Por eso, tal vez deberíamos escuchar más a los Casandra Boys.

Roubini ha escrito sobre el Mundo G-Cero (en contraposición al G-7, con referencia a los juegos suma cero) donde las grandes potencias compiten, no cooperan. Esto intensificará conflictos en coordinación internacional macroeconómica, reforma de las regulaciones financieras, comercio internacional y cambio climático.

Mendoza habla de crecimiento de 3% a 4% del Perú en el 2012 (su escenario pesimista va hasta 1%), a diferencia del pronóstico del gobierno entre 5 y 6%. También advierte sobre las inevitables dificultades para invertir en minería, la necesidad de diversificar las exportaciones y la urgencia de elevar la presión tributaria.

¿Y hay otros Casandra Boys potenciales? Michael Porter criticó en las CADE 2009 y 2010 un crecimiento muy desigual y la dependencia de las materias primas, y resaltó la necesidad de generar mayor valor agregado para los recursos naturales. Recibió muchos ataques. Asimismo, Ricardo Hausmann señaló en el 2011 que Perú había crecido por sus recursos naturales, no por sus conocimientos, algo peligroso en una economía globalizada concentrada en el valor agregado. No recibió suficiente atención. Ambos dicen lo que otros peruanos, como Francisco Sagasti y Fernando Villarán, vienen sosteniendo hace años: necesitamos reformas institucionales e invertir más en innovación, en los sectores público y privado, para lograr un cambio estructural en lo que produce el país, y así tener un crecimiento sostenido, diversificado y que genere mayor redistribución de la riqueza.

Antes que Porter, Hausmann, Sagasti y Villarán se conviertan en nuestros nuevos Casandra Boys, podríamos escucharlos más y tomar medidas drásticas al respecto.

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